“La fuga del Camaleón”
¡¡Salud queridos tranviarios!!
Entramos en un nuevo año con sangre renovada,
después de dos meses en cocheras El Tranvía sale pulido, como nuevo. Estamos
encantados de sacarle de las cocheras para afrontar el 2016 con, por lo menos,
el mismo ánimo que estos años atrás. Os hemos echado de menos y estamos
dispuestos a haceros disfrutar de las buenas letras, del buen cine, de la buena
música,… de las artes en general.
Teníamos pensado comenzar el año con
un emocionante viaje a Morocco en todas sus facetas, pero un evento inesperado
a fracturado este deseo. El domingo pasado se nos iba uno de esos sin iguales
genios de la música, parte de la banda sonora de nuestras vidas, El Camaleón, El Duque Blanco, fallecía David Bowie. Hacer una biografía al uso del maestro
no nos parecía lo adecuado y cuando me disponía a escribir un obituario, cayó
ante mis ojos un homenaje escrito por José Manuel Costa que me pareció
original, pensé que lo que quería contaros ya estaba escrito, así que ahí va ese
homenaje que publicó en eldiario.es:
David Bowie, la música a través de medio siglo
“En los años del punk y en el absolutamente contrapuesto Primer Festival
de la Mente, el Cuerpo y el Espíritu de Londres, unas ancianas muy amables
regentaban el stand de la Sociedad Händeliana. Aparte de tener cassettes
maravillosas del protagonista, la sociedad editaba unos folletos en los cuales
se explicaba que grandes genios de la música como Bach, Mozart, Händel o
Hendrix, en realidad no habían muerto y que vivían en el planeta Venus. Cabe
imaginar que a David Bowie le ha sucedido lo mismo. Al fin y al cabo, nadie
allí se lo va a discutir y en la Tierra solo había caído por casualidad.
Trazar una biografía de David Bowie en tono informativo no es tanto un
reto baldío sino superfluo: solo con un par de páginas en la Red hay para
llenar varios libros. Y libros los hay a docenas. Pero sí pueden apuntarse
momentos que significaron mucho en la música y en la misma percepción del pop.
La aparición de Bowie a principios de los 70, hoy clasificada como etapa glam, era y significó bastante más que eso.
Cuando un John Lydon (Rotten) y sus compañeros de generación punk y post-punk
vieron por primera vez a Ziggy Stardust actuar el Top Of The Pops (BBC)
entendieron dos cosas: que había vida más allá del post-hippismo y que en pop
se podía hacer cualquier cosa. Una impresión trascendente, a la vista está.
Aquel Ziggy no es que fuera una broma. En realidad bebía de los mundos
lejanos de los que hablaba Sun Ra o de una concepción de los movimientos y la
gestualidad desarrollada tanto por Lindsay Kemp como por el Kabarett alemán de
principios del siglo XX o por grupos de performance japoneses herederos del
Gutai. Que hubiera una componente muy andrógina en épocas de pelo en pecho
resultaba notable, sobre todo porque se unía a las de Lou Reed o Brian Eno. Bowie
desarrollaba el tema en el fondo y en la forma, yendo mucho más allá que
ponerse una chaquetilla de lentejuelas muy ajustada y pintarse los labios.
Pero aunque no fuera ninguna broma, ni siquiera una moda, esa etapa debía
llegar a su fin. Desde luego, no en el sentido de desdecirse de ella, sino más
bien al estilo de Miles Davis o el mismo Bob Dylan, dando otro paso adelante
sin mirar demasiado hacia atrás. Su transformación de Ziggy a The Thin White
Duke (El Delgado Duque Blanco) y su traslado a EEUU hacia 1974, no eran solo
debidos a una obsesión por triunfar allí, que también, sino para aprovechar las
fuentes directas de una música americana que seguía formando la base del pop.
Se dice y es rigurosamente cierto que su primera influencia allí sería el soul.
El resultado fue un soul algo mutante, hay que decirlo, pero que fue recibido
como lo que era: la única incursión británica (¿blanca?) en el género que no
venía a ser una copia esclava de los originales sesenteros.
Pero no solo era eso. Sus letras regresaron muy firmemente al mundo y su
actitud pasó del artificio extremo a la austeridad más absoluta. En su
gira Stage (disco en vivo de 1978)
Bowie, sobre un fondo de fluorescentes muy minimalista apenas se movía del
micrófono. Y seguía transmitiendo. ¿Cómo? Pues adoptando las técnicas
desarrolladas por crooners como Frank
Sinatra, una tipología icónica en su nuevo centro de operaciones. Es decir,
tras ser sorprendente en el exceso se podía pasar a un tipo de elegancia
austera que abofeteaba de manera muy parecida a la generación del hippismo.
Todo aquel que comenzaba entonces a cabalgar sobre la Nueva Ola se lo agradeció
mucho.
Tendríamos así a un Bowie ya maduro y que podría haber mantenido una
larga carrera como cantante de masas alternando algunas giras mundiales con
estancias en Las Vegas. Igual alguien lo esperaba, él no estaba por la labor.
En realidad, Stage venía después
de otro de los momentos definitorios en el trabajo de Bowie. Emigrado de lujo
en Berlín y bajando de lo que era una adicción reconocida y casi letal a la
cocaína (durante la cual soltó bastantes boutades), Bowie reencontró a Brian
Eno y de esa química surgieron dos álbumes que harían mucho para popularizar la
electrónica entre las masas. Sobre todo
Low y Heroes (ambos de 1977)
eran, de nuevo, otra música. Y que Kraftwerk le mencionara en una letra suponía
el pleno reconocimiento de una escena que entonces comenzaba a florecer.
Luego, en otro giro dramático y
cuando ya la cosa de un baile elegante -que no podía ser el pogo- empezaba a
echarse de menos, editó L et's Dance (1983) y contribuyó al renacimiento de las
discotecas en el amplio mundo del pop. Al fin y al cabo estaba producido por
Nile Rodgers (Chic). Insistió algo en esa línea, sin tanto éxito; y decidió
acabar ya no con un personaje: sino consigo mismo como solista.
De ahí surge la frustrada idea de Tin Machine. Un grupo mucho mejor,
tanto en disco como en directo, de lo que ha quedado para la posteridad. El
problema estaba cantado desde el principio y es que Bowie podía cambiar de piel
muchas veces, pero no difuminarse. Tin Machine era un grupo y trató de
funcionar como tal, pero sencillamente no funcionó: la gente iba a escuchar y
ver a David Bowie cantando canciones de Bowie y los demás serían siempre los
acompañantes. Esas expectativas se veían frustradas, claro. Era normal y ni
siquiera él podía evitarlo.
A todo esto, Bowie también llegaba por otros canales, especialmente el
cine, con algunos papeles de aquellos que se recuerdan. Y también por su
relación con las artes visuales, sus vídeos, cuentos infantiles y la ya
continua avalancha de biografías o libros de todo tipo que iban apareciendo.
Durante los 90 hizo un poco de todo. Volver a colaborar con Neil Rodgers
o con Brian Eno en Outside (1995), un
disco de sonido casi industrial que en principio trataba de un asesinato ritual
pero que venía a ser una visión muy distópica del final de milenio que se
acercaba. En ese momento parecía que Bowie seguía haciendo cosas interesantes
pero con cierto ambiente de búsqueda sin demasiado rumbo. Eso puede pasar. Es
más, suele pasar. Que se lo pregunten a su admirado Picasso.
Brian Eno, Robert Fripp y David Bowie |
Y un poco como Picasso, cuando ya se le tenía por semi-retirado con su
familia y descansando en una merecidísima jubilación, tras diez años de
silencio, editó The Next Day en el 2013.
Ya desde la portada -no es que tenga muchas malas- el disco era brutal. Brutal
en su calidad y en su éxito. En realidad y como decía Tony Visconti era un
disco de rock bastante directo. Pero es que claro, poca gente ha concebido el
rock como había sido capaz David Bowie. Es lo que se llamaba un retorno a la
forma poco antes de enfermar definitivamente, acompañado de videos fantásticos
de artistas como Tony Oursler. Según parecía, Bowie quería demostrar que no hay
una trayectoria prefijada ni una decisión definitiva (el retiro) y que,
siguiendo sus palabras, no es que lleguemos a alguna parte y ya está.
Lo cierto es que continuamente estamos iniciando caminos y
finalizándolos.
A Bowie, como a otras grandes personas, parece que no le
gustaba mucho recorrer siempre el mismo pequeño parque al que le llevó un
sendero. Y Blackstar. De nuevo otra
cosa. Un disco que tres días tras su lanzamiento ha de sonar a testamento
meditado. Impresiona. Está visto que saber vivir consiste también en saber
morir.”
J. M. Costa
11/01/2016
- 16:22h
(Eldiario.es)
En este especial, espacial podíamos
decir, Bowie sonará su música, y leeremos textos relacionados con el genio,
pocos pues manda, fundamentalmente, la Música, con mayúscula. Comentaros que el
próximo viernes día 22 de enero, a partir de la 23 h., habrá un especial David Bowie en
la sala Y yo que sé, que se encuentra en
El Boalo, y, donde nuestra querida Ali Ciente, nos regalará con la música de El
Camaleón.
¡¡Grande siempre Bowie!!
Para disfrutar de este viaje, sólo
tienes que sintonizar, si te encuentras en la sierra norte de Madrid, el 107.4
Fm, y coger El Tranvía que tiene su salida a las 19:30h., recorriendo las ondas
de Radio Villalba hasta las 20:30h. También lo puedes escuchar, simultáneamente,
a través de este blog donde, puntualmente, subimos todos los programas.
¡¡Súbete en marcha a El Tranvía!!
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