“Chuck Berry: con él empezó todo”
¡¡¡Salud y Rock & Roll para todos
nuestros queridos viajeros!!!
Por fin nos animamos a despedir a uno de los
grandes del rock, ya que, el pasado sábado 18 de marzo nos dejaba Charles
Edward Anderson Berry, siempre conocido como el gran Chuck Berry, no queríamos hacerlo en caliente,
pero este domingo le llega el turno. El 20 de marzo uno de los grandes críticos
musicales de este país, Diego A. Manrique, escribía esta despedida:
“Chuck Berry marcó la historia cultural de la segunda
mitad del siglo XX. No solo ayudó a situar la guitarra eléctrica como
instrumento central de la música popular; también definió los parámetros de la
experiencia juvenil en términos que se harían universales (los coches, los
primeros amores, la incomodidad con el mundo adulto, la búsqueda de la
liberación laboral). Sus hijos espirituales son tanto los Beatles o Springsteen como los personajes de American Graffiti o Pulp Fiction.
Su biografía se escapa de los tópicos
de la música afroamericana. Nacido en 1926, en San Luis (Misuri), creció en un
confortable hogar de clase media, alejado de las peores manifestaciones de la
segregación racial. Sin embargo, Charles Edward Anderson
Berry tiró por el lado salvaje. En 1944,
armado con una pistola, robó varias tiendas y secuestró un coche. Pasaría los
tres años siguientes en un reformatorio: todavía era menor de edad.
Chuck Berry acompañado de John Lennon |
Tras casarse en 1948, se buscó la
vida por métodos legales. En los primeros años cincuenta, alternaba labores de
esteticista con la música. Entró en la banda del pianista Johnnie Johnson, pronto en un
proyecto personal. Aspiraba al éxito de un Nat King Cole pero había una traba: su instrumento era la
guitarra eléctrica. Y la música negra de aquella época estaba dominada por
pianistas y saxofonistas.
Felizmente, conectó con el sello Chess, en Chicago, donde grababan
bluesmen que habían descubierto las ventajas de la guitarra amplificada. De
hecho, cuando Chess se hizo con sus
servicios, se le sugirió olvidarse del blues y centrarse en una música bailable, aceptable para un público teen que disponía de un insólito poder
adquisitivo. Es decir, una audiencia mayoritariamente blanca.
Así fue como Chuck Berry, a punto de cumplir los
30 años, se convirtió en ídolo de adolescentes. Firmaba sus canciones, algo
insólito entonces, y era un hombre guapo, como explicó en Brown Eyed
Handsome Man. Tenía sentido del
espectáculo: hacía virguerías con la guitarra, igual que su admirado T-Bone
Walker, y se movía por el escenario con
lo que se llamaría el “paso del pato.”.
Musicalmente, funcionaba como
sintetizador de géneros. Apreciaba las canciones country, gustaba de los ritmos
latinos, facturaba baladas con forma de blues, admiraba el jazz moderno (“hasta que se
empeñaron a tocarlo demasiado rápido”, como se quejaba en Rock and roll
music). Cantaba con nitidez y se le
entendía todo: no caía en las jergas del ghetto. Sus letras eran concisas y
ricas en detalles, perfectamente encajadas en estructuras de imparable impulso.
Sin planificarlo, creó la mitología
del teenager. Expresó el tedio del instituto (School Days), enumeró los inconvenientes de la emancipación (Too Much Monkey
Business), fundió el impulso sexual con
las crónicas de coches en numerosos temas. Ayudó a que el rock and roll tomara conciencia de sí mismo con himnos
arrogantes y la creación del arquetipo del rockero, Johnny B. Goode.
Todo se frustró por su mala cabeza.
En 1959, conoció a una jovencita de origen apache, Janis Escalante, a la que se llevó
a San Luis, para que trabajara en su club. Detenida como prostituta, se
descubrió que tenía 14 años. Bajo la ley federal contra la llamada trata de
blancas, Berry fue procesado. Sus
excusas resultaron poco convincentes y, tras un juicio anulado por la flagrante
antipatía del magistrado, le cayó una condena de tres años.
Aunque lo niega en su autobiografía,
cumplió año y medio en una penitenciaria. Liberado a finales de 1963, le
esperaba una sorpresa. Había entrado como un juguete roto, el representante de
una despreciable música pasada de moda, y salió a tiempo de verse reivindicado
por los Beatles y otros triunfantes conjuntos británicos.
Aparte de recrear su repertorio,
habían adoptado el sonido metálico de su guitarra y hasta su pose de observador
irónico del mundo circundante.
Disfrutó de una segunda etapa de
éxitos pero se empeñó en sabotear sus directos: se presentaba sin músicos,
dejándose acompañar por bandas locales, con las que no ensayaba. Era inflexible
con la duración (corta) de su espectáculo y con las condiciones de pago: en
metálico y antes de tocar la primera nota. Hasta los inspectores de Hacienda se
enteraron del truco y, como defraudador de impuestos, regresó a prisión en
1979.
Su desinterés se hizo evidente:
apenas componía y sus grabaciones se espaciaron. Con todo, en 1972 consiguió
por vez primera un número uno simultáneo en Estados Unidos y Gran Bretaña con
una cancioncilla ajena, My ding-a-ling, una oda a la masturbación. Dotado de una libido vigorosa, Berry adquirió hábitos peligrosos.
De grabar sus encuentros sexuales
(“para evitar problemas judiciales”, insistía) pasó a instalar una cámara
oculta en el lavabo de señoras de un restaurante del que era propietario. El
aparato fue descubierto en 1990 y Chuck estuvo al filo de volver a ser encerrado.
Le salvó que finalmente se le considerara una de las glorias vivas de su
ciudad; se decidió que nada se ganaba poniéndole entre rejas, aunque debió que
pagar considerables cantidades a 59 mujeres que le demandaron.
En las escasas entrevistas que
concedía, parecía poco interesado por la posteridad. Hombre amargado y
orgulloso, se resistió a encajar en las visiones ajenas de su arte. En 1987,
protagonizó la película Hail! Hail! Rock ‘n’ roll, donde discutía con su más ferviente
discípulo, Keith Richards, sobre la forma
correcta de interpretar sus temas. Con ocasión de su noventa cumpleaños, se
anunció que habría un nuevo disco en 2017. No llegó a verlo editado: falleció
el sábado en su casa de Misuri.”
Chuck Berry en uno de sus últimos directos |
En El Tranvía leeremos este magnífico
texto, a la vez que escucharemos un puñado de temas compuestos por Chuck Berry.
Habrá cine, y no faltarán las lecturas
que, como siempre, llegan de la mano de Ali Ciente y YoNi LoKato, todo ello lo
podréis disfrutar el próximo domingo entre las 19:30 h. y las 20:30 h.,
subiéndoos a El Tranvía que recorrerá las ondas de Radio Villalba, sintonizando
el 107.4 FM, si os encontráis en la sierra norte de Madrid. También lo podéis
escuchar por medio de la red, entrando en este blog, pinchando el enlace de
Radio Villalba en directo o, a través de los audios que subimos puntualmente a
nuestro BOX.
¡¡¡Sed
felices!!!