miércoles, 20 de diciembre de 2017

TRAYECTO 570 24 de diciembre de 2017


“Francisco Umbral, ejemplo para la juventud, escritor”


Salud para todos nuestros queridos tranviarios, una semana más sacamos El Tranvía de cocheras para nuestro habitual viaje por las ondas de Radio Villalba. En este, nuestro último trayecto de 2017, queremos despedirnos a lo grande rindiéndole tributo a uno de los grandes de las letras universales: Francisco Umbral. Si alguien se ha estudiado a Umbral con amor y en profundidad ese es Juan Díaz Mancebo, “umbralólogo” empedernido, él nos hablará de su vida y obra, pues ha decidido subirse a El Tranvía en este viaje tan especial. Ahí va un aperitivo de lo que podremos escuchar:
 
“La creación literaria tiene sus leyes caprichosas y sus caprichos, que son leyes”
 
Francisco Umbral
 
Al ponerme a la tarea de estudiar al escritor, de lo primero de lo que me di cuenta fue que la tarea iba a ser ingente. Porque Francisco Umbral era un  trabajador de la escritura, y todos los días escribía varios artículos, casi siempre por la mañana, pero si hay que hacerle caso, por la noche, después de todo el día zascandileando por Madrid, escribía diarios, crónicas y ensayos que, en un año, se habían convertido en un libro. Uno más. Ciento y pico libros, miles de artículos, sus columnas, las columnas de Umbral, que no fue lo que primero conocimos de él, pero sí lo primero que leímos con aprovechamiento y disfrute. Las negritas, en las que destacaban los nombres de Baudelaire, o de Óscar Wilde, o de Valle y de Ramón Gómez de la Serna, su Ramón.

Un joven Francisco Umbral
 
También me di cuenta de que, sin haber empezado a estudiar, ya tenía bastante aprendido. No obstante, de lo que se trataba era de leerlo todo, releer lo leído y, a ser posible, todos los libros. Cuando vi que eran ciento veintitantos, y algunos de ellos difíciles de encontrar, desistí de la lectura completa. En casa yo tenía alrededor de treinta. Compré algunos más, de segunda mano y saqué y toqueteé todos los que me dejaron en bibliotecas y bibliobuses. A lo mejor otros treinta.
 
Llama la atención en él su eterna tarea interminable. Pocos escritores tan prolíficos. Laborioso escritor, pensador, opinador, y también y sobre todo, maestro del lenguaje, cuando escribe y cuando lee, cuando crítica y juzga. Estas crudezas las suaviza con ironía y ligereza, logrando una apariencia superficial y dandi.

Francisco Umbral al desnudo
 
Si optamos por creerle, su retrato es el de una transformación, del quinqui, pobretón y mal vestido, al señorón elegante vestido de Pierre Cardín y con el pelo de peluquería. Si tenemos que creerle sabremos de sus lacas y otros remedios capilares. De macarra a elegante caballero. Del vino en porrón al Chivas Regal. Del niki de Sepu y el jersey de cuello vuelto, remetido bajo el cinturón al traje, la pajarita y el botín.
 
Todo lo que escribe es autorretrato. Lenguaraz, desafiante, aparentemente seguro de sí mismo y de lo que dice. En sus libros duda más.
 
Él se inventa una manera. De ser, de escribir, de ver. Intenta llevar la vida a los libros. Hacer un completo retrato escrito de la ciudad, de la época. La retrata y se la inventa. Memoria total del Madrid de los años sesenta.

  
Memoria, crónica, ensayo, historia. Miles y miles de páginas en las que encontramos sobre todo el retrato de una época o de una ciudad. Retratos de personajes que se salen de las páginas. Históricos retratos de personajes famosos. Muchos escritores, muchos artistas, pobres bohemios de posguerra. Sentaditos en el café Gijón.

Así lo cuenta en sus memorias. Si tenemos que creerle, dice que fue niño sin padre, con madre distante, con trauma. Que leía y escribía mucho, pero que iba al colegio poco. El niño con un lado bueno y con otro malo. Uno es monaguillo en la catedral, el otro es recadero en la casa de las meretrices. Si tenemos que creerle, fue joven airado y gamberro, que se vino a Madrid a conquistarlo.
 
Que solo y con poco dinero llega a Madrid y vive en pensiones y cuevas y sótanos. Que reparte periódicos y que mira en el quiosco de prensa qué cabeceras no publican aún sus letras. Con ironía nos habla de sus desventuras, de su pobreza, de sus fracasos. Pero también nos habla de sus conquistas. Sentimentales. Innumerables.

 
Si tenemos que creerle, don Juan Tenorio era un tímido a su lado. Se ligaba a todas. Pero hablar de ello no era una indiscreción porque, para él, la vida no era vida hasta que no la escribía, hasta que no estaba escrita.
 
Dedica toda su vida, todo su esfuerzo, a escribir, a dar una versión escrita, inmediata, de la vida. Intento de querer atrapar la vida, un instante de vida. A veces parece que lo consigue. Palabras vivas, muchas inventadas, que ocultan una manera de contar, de conectar, de comunicar. Textos con ritmos y cadencias ocultos, con ecos de versos puestos en fila, medio escondidos.

Francisco Umbral, todo un dandy

¿Dónde me ha llevado Umbral? A tener la sensación de que conozco algo de literatura. Umbral es un lector apasionado que nos habla de alguno de sus temas favoritos, los libros, los escritores. También políticos, y actrices y actores.
 
Resulta que hablando de él, hablando de sí mismo, llega a escribir y publicar ciento y pico libros, en forma de novelas o de crónicas, diarios o artículos, o columnas de opinión que van desde su infancia, posguerra y años cuarenta en colegios infames. El personaje es niño, luego joven, adolescente. Colegios, primeros amores. Memorias de malos tiempos que rescata con ironía, pero los trae con toda su dureza.
El controvertido personaje, que llenó con sus libros muchas horas de placer, del disfrute de leer, de compartir, de descubrir. Leer.





Ramón Gómez de la Serna, uno de los grandes amores de Umbral,
en una de sus famosas conferencias

 
Maniático de la literatura que lo ha leído todo (o mucho) y de todo tiene opinión y tiene algo que decir. Siempre los escritores, sus modelos, sus admirados maestros, que son Valle-Inclán y Ramón Gómez de la Serna, y el romántico Larra. De los tres escribió Umbral una biografía, un libro para cada uno. Hay otro de Lorca, temprano,  esclarecedor y original, en el que Lorca era poeta maldito. Los gitanos/los negros/los homosexuales. A los otros escritores no les dedica un libro, pero sí muchas páginas, parte del retrato del Madrid de la época, de los cafés. Retratos del ambiente, de escritores y actrices, de gentes zascandiles. Madrid y la noche de bar en bar, en taxi, cerrando bares y luego, a ser posible en esa noche, escrito, contado, incorporado a la literatura, al relato, la verdad que la vida por sí sola no nos puede contar tan bien como unas palabras ordenadas, elegidas. En el caso de Umbral, en muchas ocasiones, inventor de palabras o de nuevos usos. Palabras expresivas y con el encanto de enredarnos en un jugueteo con las palabras y los significados, un cachondeo, una ironía que provoca adicción.

  
La ironía. La sátira. El retrato colectivo de la época, el fondo sobre el que se mueven las figuras. Mucha literatura, mucha Historia. Si tenemos que creerle, ha leído mucha filosofía, o por lo menos la suficiente para darnos, por lo menos, de cada uno una frase, un detalle que los retrata certeramente, y que consigue que esa forma de expresión se convierta en recuerdo, en ejercicio de memoria y además explicación y síntesis, metafórica, de su más íntima manera de ser. Habla con todos, a todos retrata. Los explica y apostilla, y consigue aquello de instruir deleitando.


Hay que leerle mucho, a Umbral, porque tiene muchos libros, mucho escrito. Y uno tiene que sumergirse en su escritura, inagotable, diaria, como de un forzado, esclavo de una obsesión. Tarea diaria que es la que va armando los libros, la suma diaria de una página bien hecha cada día, una por lo menos. Rutina, oficio, artesanía literaria. Inspiración con ayudas, paraísos artificiales.
 
Y esa manera que él se inventa, de hacer un libro, mezcla de ensayos, memorias, crónicas. Históricos, sociológicos, personales. Y con eso de la imagen, el retrato, la copia de la realidad. El aire del momento. Siempre palabra evocadora, lírica.
Umbral habla de todo para, al final, acabar hablando de él. Historia y literatura, decíamos que había en Umbral. Y también saberes y estampas de Madrid. 
 
“Madrid no existe. Madrid es un género literario, una invención de los escritores.”

Prosa lírica, creativa, personal, original.
 

Francisco Umbral con su hijo, inspirador de su libro Mortal y rosa

 
“Quién sabe si todo es crónica, si la crónica es el único género literario que ha existido nunca”.

Juan Díaz Mancebo, diciembre del 2017
 



Como no podía ser de otra manera, las lecturas, de la mano de Ali Ciente y YoNi LoKato, estarán dedicadas a los libros de Paco Umbral, y en el apartado musical sonara Chopin durante todo el viaje. Un estupendo broche de oro para acabar el año, que podéis disfrutar sintonizando el 107.4 FM de Radio Villalba, si os encontráis en la sierra norte madrileña. Podéis coger El Tranvía a través de este blog, pinchando el enlace de Radio Villalba en directo o, por medio de los audios que subimos puntualmente a nuestro BOX.



Comentar que hasta mediados de enero, aproximadamente, no volvemos a las ondas.

Sólo nos queda desearos que paséis unas buenas fiestas y, sobre todo, que tengáis una buena salida del 2017 y entrada al 2018.

 ¡¡No os olvidéis de ser felices!!